Si quien siente envidia está estimulado para progresar y lo opuesto a la envidia es la caridad, entonces los sentimientos caritativos son desestimulantes para progresar.
La envidia se parece a una
madre persecutoria, que anda detrás de sus hijos para que estudien, trabajen,
se enamoren, se casen, tengan hijos (nietos para ella).
Aunque se parecen bastante, la
envidia es antipática y la madre puede ser mejor tolerada por quienes la
observan aunque no tanto con sus hijos.
El deseo de tener lo que
tienen los demás, de disfrutar los estados de ánimo que tienen otros, de evitar
que nos tengan lástima, son también estímulos poderosos para quienes no agotan
su imaginación deseándole lo peor a quienes provocan esas agresiones, sino
porque reaccionan tratando de imitar a los objetos de envidia, tomarlos como
ejemplo a seguir, procurando obtener sus logros... para dejar de sufrir con la
envidia.
Por lo tanto, por culpa de la
envidia nos sentimos mal cuando otros están bien. Este debe ser el sentimiento
que justifica tanto rechazo hacia los envidiosos: la mala intención que tienen
hacia un semejante.
También podríamos pensar que
existen situaciones ajenas que nunca querríamos vivir. Estoy pensando en esos
infortunios lamentables, desgracias que nos inspiran el temor de que algún día
podrían ocurrirnos: miseria, enfermedades, pérdidas afectivas.
Acá aparece algo que nunca
está suficientemente aclarado. Es posible deducir que si alguien se siente mal
porque otros parecen felices, entonces habrá de sentirse reconfortado cuando
otros parecen infelices.
Sin embargo, cuando vamos a
buscar cuáles son los conceptos opuestos (antónimos) a la envidia, nos
encontramos con palabras tales como caridad, nobleza, conformidad.
La conclusión a la que llego
es la siguiente:
Quien siente envidia está
estimulado para progresar;
Lo opuesto a la envidia es la
caridad (1);
Quien tiene sentimientos
caritativos, está desestimulado para progresar.
(Este es el Artículo Nº 1.737)
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