lunes, 17 de mayo de 2010

(Maldita) Felicidad publicitaria

En un artículo titulado La naturaleza es hermosa pero antipática comento que para vivir hay que desarrollar una cierta fortaleza para poder resistir las agresiones propias de la naturaleza. El hambre, el cansancio, el dolor, son estímulos para que realicemos ciertas acciones necesarias para que el «fenómeno vida» siga ocurriendo.

Entre las personas también nos molestamos bastante y probablemente sea parte del régimen de «premios y castigos» usado por la naturaleza para hacernos mover.

La envidia es molesta, sobre todo para el envidioso (aunque el envidiado a veces también padece algunos inconvenientes).

Todos (absolutamente todos) tenemos una insatisfacción casi permanente. Son escasos los momentos en los que no sufrimos alguna carencia (hambre, sueño, aburrimiento, dolor, incertidumbre), sin embargo es normal que podamos observar a otras personas que parecen estar permanentemente felices.

La publicidad nos acosa mostrándonos personas sonrientes, hermosas, divertidas, radiantes, contentas. Aunque en menor grado, también nos rodean muchas personas que parecen no tener ninguno de esos inconvenientes que tanto nos molestan.

La envidia no es precisamente el deseo de poseer eso (objeto o situación) que el otro tiene sino que la envidia es el deseo de poseer el estado de ánimo que el otro parece poseer (supuestamente porque tiene ese objeto o situación).

La envidia entonces es un arma más de las diferentes manifestaciones agresivas que tiene la naturaleza para con nosotros, con lo cual hace que nos movamos porque el fenómeno vida depende de que actuemos casi permanentemente.

La naturaleza nos estimula con dolor y nos gratifica con alivio.

Nota: Este artículo tiene una temática similar a la del artículo titulado Odio tu felicidad pero desde otro punto de vista.

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lunes, 10 de mayo de 2010

La envidia es progresista

En un artículo publicado con el título Dime con quién andas y sabré tu patrimonio les comentaba que los grupos humanos tienen un cierto nivel de ingresos y de gastos.

Ponía como ejemplo aclaratorio, que en algunos grupos sus integrantes ganan y gastan (promedialmente) 10, en otros, 100 y así con las cifras que ustedes imaginen.

Es una necesidad para los integrantes, respetar las normas de afiliación. En un grupo de nivel 100, alguien con nivel 1000, será considerado como un avaro, amarrete, tacaño, egoísta y, por lo tanto, tendrá con los demás una convivencia conflictiva.

También sugería en ese artículo, que la envidia es un sentimiento determinante en este fenómeno socio-económico. La rivalidad que caracteriza a ese afecto, contribuye a uniformizar las condiciones de vida entre los integrantes de un grupo.

En este blog que creé para tratar sólo los temas que incluyan esta característica humana, trato de exponer todas sus aristas y no solamente las negativas, aunque sé que son las más populares.

Precisamente, ésta es una paradoja que favorece la permanencia de la pobreza patológica.

La envidia es el deseo de tener lo que el otro tiene y se llama de la misma manera el deseo de que el otro deje de tener lo que a mí me falta.

Si dejamos de lado la prejuiciosa antipatía que nos inspira, la envidia es un sentimiento que busca la igualación progresista.

Es progresista porque nunca se envidia lo malo que otro tiene (una enfermedad, una pérdida, un dolor), sino lo bueno que otro tiene (la salud, el bienestar, la riqueza).

Como la naturaleza se vale de provocarnos molestias para estimular el fenómeno vida (1), no descartaría que los seres humanos rechacemos la envidia para preservar el conflicto que nos provoca la irregular distribución de la riqueza.

(1) La naturaleza es hermosa pero antipática
(Maldita)Felicidad publicitaria
Somos marionetas de la naturaleza
Loción infalible contra las molestias
La disconformidad universal
El budismo zen
Administración del desequilibrio
«¡Me alegra estar triste!»

Receta racional

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viernes, 7 de mayo de 2010

Odio tu felicidad

Es «políticamente incorrecto» ser envidioso y vengativo. Me corrijo: Es «políticamente incorrecto» mostrarse envidioso y vengativo.

Lo censurable es que uno deje ver esa condición natural. No queda bien la desnudez y no queda bien mostrar estas cualidades, tan naturales como la vagina o el pene.

¿Qué hace la publicidad? Pues nos muestra gente envidiable y nos estimula para que (¿vengativamente?) nosotros también tengamos eso que envidiamos en los modelos mostrados por la publicidad.

“¡Mira qué feliz está esa mujer de cuerpo perfecto y que nos sonríe mientras tironea de una manija atada a un resorte!”, “¿Por qué esa desgraciada sigue tan bien peinada mientras fríe papas con el Aceite Primor (sin Aromaticina)?”; “... y ese flaco estúpido que se gana las miradas de todas sólo por emborracharse con Cerveza Orinol bien helada?”.

Odio, venganza, pasiones quemantes, envidias dantescas, tragedias de Shakespeare, ríos de sangre corren por nuestra mente agazapada detrás de una cara lánguida con la quijada ligeramente caída.

Después de que la envidia ha matado a más personas que las guerras —o al menos provocado arrugas irreversibles en rostros aún jóvenes—, llega el psicoanálisis para decir: No se envidia «eso» que el otro tiene y nosotros no. Lo que se envidia es la imagen de un semejante que está feliz porque (creemos que) logró no sentirse incompleto.

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