martes, 5 de noviembre de 2013

La violencia es barata pero no rinde


Usamos la violencia para eliminar las situaciones inconvenientes que no podemos comprender por falta de desarrollo intelectual y de madurez emocional.

Existen razones muy importantes para que los humanos usemos la violencia física, brutal y despiadada.

— Puede ser entendida y aplicada por personas de muy bajos niveles de educación;
— El miedo (provocado por la violencia) es un sentimiento altamente efectivo, paralizante, disuasivo, que está fuera del control de quien lo padece;
— Requiere escasos recursos económicos (por eso resulta accesible para una mayoría de personas).

Las políticas que se aplican universalmente para controlar y desestimular el consumo de drogas psico-activas (cocaína, marihuana, anfetaminas), son fundamentalmente violentas.

Una técnica que suele funcionar muy bien para estudiar los fenómenos sociales consiste en dejar de lado los juicios de valor (bueno, malo, perverso, ideal, positivo) adoptando una postura lo suficientemente humilde como para poder reconocer que el hecho que nos ocupa está funcionando perfectamente bien (porque para que permanezca tiene que ser viable, armónico, coherente, saludable), a pesar de que no podemos comprenderlo aún.

Lo digo de otra forma:

Los juicios de valor son reacciones arrogantes que nos someten, nos atan, nos encarcelan.

Nuestra mente difícilmente pueda funcionar inteligentemente cuando confunde «lo que es» con lo que «debería ser».

Algo que ocurre con el fenómeno del narcotráfico es que lo encaramos con una mente obnubilada por:

— el escándalo mediático referido a la corrupción de sus actores, a una especie de lucha mística entre «el bien y el mal»;

— la envidia que sentimos hacia quienes gozan consumiendo y hacia quienes se enriquecen inescrupulosamente;

—  la convicción de que la violencia (represión) brutal, ciega, demoledora, realmente es efectiva, radical, infalible.

Tanto en el narcotráfico como en nuestra economía personal, la violencia es una solución tan barata como ineficiente.

Lo único efectivo es desarrollar (estimular, patrocinar) la responsabilidad individual.

(Este es el Artículo Nº 2.066)


La envidia a Mariana (relato de ficción)


Envidio a Mariana porque nunca supo qué son las penurias económicas.

El padre fundó la empresa metalúrgica más grande del pequeño país donde aún vive, ya retirado, jugando con sus nietos, sus perros y sus gatos, los que, a su vez, juegan entre ellos.

También envidié a Mariana porque bailaba maravillosamente. Nunca pude hablarle, pero mirarla era inevitable. Como si fuera un sol, varios girábamos en torno a ella. Por lo distante, yo vendría a representar a Plutón.

Su risa era contagiosa y también la envidiaba porque yo solo contagio mis bostezos.

Cursó Ingeniería de Sistemas en los cinco años previstos por la Universidad. Perdió dos exámenes porque se presentó a ellos sin haber dormido. Bailaba tan bien porque le gustaba mucho bailar.

Su papá quiso preparar a sus dos hijos mayores pero estos no querían saber nada con los negocios y se llevaban bastante mal con el viejo.

A pesar de su machismo, el empresario tuvo que pensar en Mariana y esta le aceptó el planteamiento, con mucho menos ceremonia de la que el padre esperaba. En seis o siete meses de trabajar junto a él, la joven captó la esencia de cómo ganar dinero con aquella fábrica de muebles metálicos.

Antes de que el dueño se retirara, Mariana le pidió que le consiguiera información sobre un empleado flaquito, de bigotes, serio y callado.

Obtenida la información, la joven lo llamó a su despacho y le dijo que lo deseaba para padre de sus hijos, sin que eso implicara ningún cambio en el nivel salarial y jerárquico dentro de la empresa.

A los dos días, los padres del joven le pidieron una entrevista y, muy prolijos y formales, se presentaron en el despacho a la hora agendada.

Le preguntaron a la propietaria sobre cuáles eran sus intenciones respecto al hijo y ella les repitió lo mismo que le había dicho al joven. Los ancianos se miraban sin saber qué decir. Finalmente, la saludaron con gestos ceremoniosos y se fueron.

Mariana entendió que en este terreno era incompetente. No era así que se resolvía su necesidad biológica de ser madre. Peor aún, el fracaso la estimuló para insistir con este infrecuente planteo.

El joven pidió ayuda al sindicato y la gerenta recibió una comitiva que le exigió  la inmediata suspensión del acoso al trabajador. Ella no podía creer que la seducción que nos mantenía a todos como sus satélites hubiera dejado de funcionar.

Claro que, después, no sé cómo hizo, pero apareció embarazada de alguien sobre el que no pude influir para que a ella le fuera un poquito mal y dejara de provocarme tanta envidia.

(Este es el Artículo Nº 2.062)


Todos somos revolucionarios


El fenómeno vida nos causa molestias, naturales e inevitables, para que nos adaptemos a una realidad que cambia permanentemente.

En algún artículo o video les he comentado una de las pocas verdades incuestionables: los seres humanos no nos oponemos a los cambios en general, solo nos oponemos a los cambios perjudiciales.

Si estamos viviendo en una casa pequeña, oscura, incómoda, ruidosa, fría en invierno y cálida en verano, lejana a cualquier centro poblado, querremos participar en cualquier cambio que implique acceder a una vivienda amplia, luminosa, cómoda, silenciosa, fresca en verano y abrigada en invierno, próxima a los centros poblados.

Cualquier ser humano se resistirá al cambio consistente en abandonar la casa agradable para ir a vivir a una casa desagradable.

En suma: los seres humanos somos fanáticos de los cambios, las revoluciones, las alternativas, si, y solo si, esos cambios, revoluciones y alternativas constituyen un beneficio.

Se dice que «todo tiempo pasado fue mejor» y esto no es realmente así. Lo que sí parece verdadero es que cuando estamos desconformes con lo que nos toca vivir, imaginamos que hemos sufrido un cambio imperceptible pero muy perjudicial, por culpa del cual aquí estamos: molestos con esta realidad que nos rodea.

En términos muy generales, lo que suele ocurrir es que, como digo en un blog especializado en el tema, VIVIR DUELE, esto es, no existe ninguna forma de vivir con cero molestias. Permanentemente estamos sintiendo algo incómodo: cansancio, aburrimiento, hambre, desconfianza, vergüenza, nostalgia, incertidumbre, hipocondría, celos, envidia, deseos de venganza, indignación, humillación, enojo, y otras piedras en el zapato similares.

Este presente incómodo debe ser así porque el fenómeno vida se vale de las molestias naturales para que nos adaptemos al cambio continuo de la realidad que nos rodea.

Soñamos con un cambio imposible: librarnos de las molestias inevitables.

(Este es el Artículo Nº 2.060)