domingo, 1 de diciembre de 2013

Sobre la envidia y la culpa


A mayor riqueza, menos envidia y más culpa; a mayor pobreza, más envidia e inocencia.

Pensemos en toda la humanidad y organicémosla según su riqueza material.
Ubicaremos a los pocos ricos en la parte superior y a los muchos pobres en la parte inferior.

No es que los ricos sean superiores a los pobres sino que este diseño nos provoca un triángulo, en cuyo vértice está el ser humano más rico del mundo y en la base están los millones de pobres.

Para que no irrite nuestra lógica, esta forma triangular molesta menos si la ponemos con la base hacia abajo y el vértice hacia arriba, porque si la invirtiéramos comenzaríamos a perder tiempo en pensar cómo es que un triángulo, o una pirámide, no pierden el equilibrio si se apoya en una base tan pequeña como es el vértice.

Por lo tanto, esta figura geométrica tiene la base abajo para no distraernos con pensamientos que no vienen al caso. De ninguna manera esa pirámide está afirmando que los pobres son inferiores a los ricos. Lo que sí está reafirmando es algo que todos conocemos: los ricos son muchos menos que los pobres.

Si usted logró imaginar ese triángulo, entonces le propongo pensar en cómo se sienten las personas que viven en los diferentes niveles y qué sienten de los que están arriba suyo y de los que están abajo.

Podríamos pensar que el que está en la punta más alta no padece envidia porque no tiene arriba de él a nadie a quien envidiar y también podríamos pensar que el que está en la parte inferior padece la máxima envidia porque casi todos están mejor que él.

A su vez: el superior puede sentirse más culpable que nadie y el que está en la base más inocente que nadie.

(Este es el Artículo Nº 2.072)


Estrategias para garantizar la fidelidad del esposo


Para algunas mujeres, extenuar económica o sexualmente al marido son las estrategias más eficaces para garantizar la fidelidad del esposo.

Algunas formas de interpretar la realidad son imprescindibles para que las cosas ocurran como ocurren.

Imaginaré dos situaciones entre un varón y una mujer que podrían ser ejemplos aproximados de cómo funcionan algunas parejas.

a) Ella siente que tiene que gastarle todo el dinero que él gana e inclusive presionarlo para que le dé más.

En este caso ella se siente valorada como mujer si está con un varón que trabaja hasta el agotamiento y que se priva de sus gastos personales con tal de mantenerla tal como ella le exige.

La de ella es una actitud militante, probablemente secundada por su propia madre, quien eventualmente la ayuda a gastar para que la presión sobre el hombre sea lo más efectiva posible.

¿Qué logra con esta actitud?

1) Sentirse valiosa, importante, respetada, considerada, entronizada, puesta en un pedestal;

2) Asegurarse de que él no podrá solventar una doble vida manteniendo otra familia;

3) Demostrar a las demás mujeres cuán valiosa es, de cuántas comodidades dispone, qué envidiable es su vida;

4) Seguir obedeciendo a su mamá y halagándola como la señora pretende que haga su hija.

 b) Ella siente que tiene que extenuar sexualmente a su esposo.

La de ella es una actitud militante, se propone agotarlo físicamente, se presenta como erotómana, finge estar absolutamente fascinada por el (imaginario) atractivo físico del esposo.

¿Qué logra con esta actitud?

1) Sentirse una hembra fatal, según su forma de entender lo femenino y el rol de la mujer en una pareja;

2) Asegurarse que él no dispondrá de energía para tener relaciones sexuales con otras mujeres;

3) Demostrarle a las demás mujeres cómo se hace para garantizar la fidelidad de un hombre.

(Este es el Artículo Nº 2.080)


Somos afectivamente iguales


En nuestra especie todos tenemos los mismos sentimientos, pero somos afectivamente distintos porque la intensidad de cada sentimiento es diferente.

Para explicarle a mi sobrino de 11 años cómo es la psiquis de los humanos le dije que se parecía a un ecualizador, como el que él tiene en su equipo de audio.

Claro que mi ejemplo fue muy imperfecto y rudimentario porque después, al consultar en Wikipedia qué es un «ecualizador», descubrí que no sé bien qué es y, además, tampoco logré entender la explicación.

Imaginemos entonces que un «ecualizador» es un dispositivo que permite seleccionar una por una las notas de sonido que amplifica. En lugar de tener una sola perilla que, haciéndola girar aumenta o disminuye todo el volumen de la música que sale por los parlantes, con un ecualizador podríamos aumentar o disminuir el volumen de cada nota musical que compone la melodía que deseamos escuchar.

Por lo tanto, este ecualizador imaginario no deja de ser un conjunto de potenciómetros (controladores de volumen) que afectan cada nota musical.

La psiquis está compuesta por todos los sentimientos propios de nuestra especie. Concretamente me refiero al amor, odio, envidia, celos, rencor, venganza, y muchos más que todos conocemos bien.

Si estos sentimientos fueran notas musicales podríamos pensar que la personalidad de cada uno estaría caracterizada por qué volumen tienen habitualmente en nuestra mente: algunos aman mucho y envidian mucho, otros odian mucho pero también son capaces de grandes pasiones amorosas, los hay muy celosos, capaces de las venganzas más terribles, y todas las infinitas combinaciones que se pueden realizar variando el volumen de los sentimientos básicos.

Esta rudimentaria explicación tiene el beneficio de ser fácilmente entendible.

Una conclusión interesante que podríamos extraer es que todos somos afectivamente iguales, pero nos diferenciamos por la intensidad de cada afecto.

(Este es el Artículo Nº 2.075)


El tamaño del pene y el placer del parto


Les comento una posible explicación de por qué los varones estamos tan pendientes del tamaño del pene.

Las mujeres suelen burlarse de los varones preocupados por el tamaño de su pene.

Siendo que con apenas 8 centímetros de largo estamos posibilitados para contribuir a la conservación de la especie, soñamos con tener instrumentos genitales mayores: 15, 20, 25 centímetros.

Quienes los poseen suelen trabajar como artistas porno, pero Photoshop es un software capaz de hacer cambios en las fotografías como para que, al mirarlas llenos de envidia, sigamos pensando que nuestro órgano reproductor es realmente patético.

Sería obvio decir que esta es una manía machista, pero no sería tan redundante comentar que aquel castigo bíblico que nos condenó a sudar y a tener dolores de parto podría ser una causa eficiente de esta preocupación masculina.

Obsérvese que actualmente muchas respetables personas concurren a gimnasios para forzar el sudor, no solo en el sauna o en los baños turcos, sino también tratando de levantar objetos pesados u otras actividades igualmente inútil y generadoras de sudor.

Por lo tanto, el castigo bíblico no fue como se dice sino que pasó lo siguiente: Cuando Adán y Eva comieron la manzana vino la orden del jerarca máximo (Dios) de echarlos del Paraíso, por desobedientes. Quien les dio la mala noticia, por piedad o por temor a que Adán matara al mensajero, les comunicó la información agregándole un consuelo: «Miren que fuera del Paraíso podrán disfrutar sudando y sufriendo en los partos».

Efectivamente, en las mujeres existen dos tipos de dolor: el común, el que tenemos todos, el que nos obliga a evitarlo, y el exclusivamente femenino, el que las hace gozar cuando paren.

Esto explica todo: los varones querríamos entrar y salir de la vagina con penes tan grandes como niños.

(Este es el Artículo Nº 2.074)


martes, 5 de noviembre de 2013

La violencia es barata pero no rinde


Usamos la violencia para eliminar las situaciones inconvenientes que no podemos comprender por falta de desarrollo intelectual y de madurez emocional.

Existen razones muy importantes para que los humanos usemos la violencia física, brutal y despiadada.

— Puede ser entendida y aplicada por personas de muy bajos niveles de educación;
— El miedo (provocado por la violencia) es un sentimiento altamente efectivo, paralizante, disuasivo, que está fuera del control de quien lo padece;
— Requiere escasos recursos económicos (por eso resulta accesible para una mayoría de personas).

Las políticas que se aplican universalmente para controlar y desestimular el consumo de drogas psico-activas (cocaína, marihuana, anfetaminas), son fundamentalmente violentas.

Una técnica que suele funcionar muy bien para estudiar los fenómenos sociales consiste en dejar de lado los juicios de valor (bueno, malo, perverso, ideal, positivo) adoptando una postura lo suficientemente humilde como para poder reconocer que el hecho que nos ocupa está funcionando perfectamente bien (porque para que permanezca tiene que ser viable, armónico, coherente, saludable), a pesar de que no podemos comprenderlo aún.

Lo digo de otra forma:

Los juicios de valor son reacciones arrogantes que nos someten, nos atan, nos encarcelan.

Nuestra mente difícilmente pueda funcionar inteligentemente cuando confunde «lo que es» con lo que «debería ser».

Algo que ocurre con el fenómeno del narcotráfico es que lo encaramos con una mente obnubilada por:

— el escándalo mediático referido a la corrupción de sus actores, a una especie de lucha mística entre «el bien y el mal»;

— la envidia que sentimos hacia quienes gozan consumiendo y hacia quienes se enriquecen inescrupulosamente;

—  la convicción de que la violencia (represión) brutal, ciega, demoledora, realmente es efectiva, radical, infalible.

Tanto en el narcotráfico como en nuestra economía personal, la violencia es una solución tan barata como ineficiente.

Lo único efectivo es desarrollar (estimular, patrocinar) la responsabilidad individual.

(Este es el Artículo Nº 2.066)


La envidia a Mariana (relato de ficción)


Envidio a Mariana porque nunca supo qué son las penurias económicas.

El padre fundó la empresa metalúrgica más grande del pequeño país donde aún vive, ya retirado, jugando con sus nietos, sus perros y sus gatos, los que, a su vez, juegan entre ellos.

También envidié a Mariana porque bailaba maravillosamente. Nunca pude hablarle, pero mirarla era inevitable. Como si fuera un sol, varios girábamos en torno a ella. Por lo distante, yo vendría a representar a Plutón.

Su risa era contagiosa y también la envidiaba porque yo solo contagio mis bostezos.

Cursó Ingeniería de Sistemas en los cinco años previstos por la Universidad. Perdió dos exámenes porque se presentó a ellos sin haber dormido. Bailaba tan bien porque le gustaba mucho bailar.

Su papá quiso preparar a sus dos hijos mayores pero estos no querían saber nada con los negocios y se llevaban bastante mal con el viejo.

A pesar de su machismo, el empresario tuvo que pensar en Mariana y esta le aceptó el planteamiento, con mucho menos ceremonia de la que el padre esperaba. En seis o siete meses de trabajar junto a él, la joven captó la esencia de cómo ganar dinero con aquella fábrica de muebles metálicos.

Antes de que el dueño se retirara, Mariana le pidió que le consiguiera información sobre un empleado flaquito, de bigotes, serio y callado.

Obtenida la información, la joven lo llamó a su despacho y le dijo que lo deseaba para padre de sus hijos, sin que eso implicara ningún cambio en el nivel salarial y jerárquico dentro de la empresa.

A los dos días, los padres del joven le pidieron una entrevista y, muy prolijos y formales, se presentaron en el despacho a la hora agendada.

Le preguntaron a la propietaria sobre cuáles eran sus intenciones respecto al hijo y ella les repitió lo mismo que le había dicho al joven. Los ancianos se miraban sin saber qué decir. Finalmente, la saludaron con gestos ceremoniosos y se fueron.

Mariana entendió que en este terreno era incompetente. No era así que se resolvía su necesidad biológica de ser madre. Peor aún, el fracaso la estimuló para insistir con este infrecuente planteo.

El joven pidió ayuda al sindicato y la gerenta recibió una comitiva que le exigió  la inmediata suspensión del acoso al trabajador. Ella no podía creer que la seducción que nos mantenía a todos como sus satélites hubiera dejado de funcionar.

Claro que, después, no sé cómo hizo, pero apareció embarazada de alguien sobre el que no pude influir para que a ella le fuera un poquito mal y dejara de provocarme tanta envidia.

(Este es el Artículo Nº 2.062)


Todos somos revolucionarios


El fenómeno vida nos causa molestias, naturales e inevitables, para que nos adaptemos a una realidad que cambia permanentemente.

En algún artículo o video les he comentado una de las pocas verdades incuestionables: los seres humanos no nos oponemos a los cambios en general, solo nos oponemos a los cambios perjudiciales.

Si estamos viviendo en una casa pequeña, oscura, incómoda, ruidosa, fría en invierno y cálida en verano, lejana a cualquier centro poblado, querremos participar en cualquier cambio que implique acceder a una vivienda amplia, luminosa, cómoda, silenciosa, fresca en verano y abrigada en invierno, próxima a los centros poblados.

Cualquier ser humano se resistirá al cambio consistente en abandonar la casa agradable para ir a vivir a una casa desagradable.

En suma: los seres humanos somos fanáticos de los cambios, las revoluciones, las alternativas, si, y solo si, esos cambios, revoluciones y alternativas constituyen un beneficio.

Se dice que «todo tiempo pasado fue mejor» y esto no es realmente así. Lo que sí parece verdadero es que cuando estamos desconformes con lo que nos toca vivir, imaginamos que hemos sufrido un cambio imperceptible pero muy perjudicial, por culpa del cual aquí estamos: molestos con esta realidad que nos rodea.

En términos muy generales, lo que suele ocurrir es que, como digo en un blog especializado en el tema, VIVIR DUELE, esto es, no existe ninguna forma de vivir con cero molestias. Permanentemente estamos sintiendo algo incómodo: cansancio, aburrimiento, hambre, desconfianza, vergüenza, nostalgia, incertidumbre, hipocondría, celos, envidia, deseos de venganza, indignación, humillación, enojo, y otras piedras en el zapato similares.

Este presente incómodo debe ser así porque el fenómeno vida se vale de las molestias naturales para que nos adaptemos al cambio continuo de la realidad que nos rodea.

Soñamos con un cambio imposible: librarnos de las molestias inevitables.

(Este es el Artículo Nº 2.060)


domingo, 1 de septiembre de 2013

La seducción de los retratos




En una serie de retratos, cuando el modelo «nos mira», nos tranquiliza, pero cuando no nos mira, nos sentimos seducidos.

Este es un comentario sobre algo que todos conocemos pero sobre el que no se encuentran explicaciones.

Eso que todos conocemos son las fotografías en las que el modelo mira a la cámara o mira hacia un costado.

Lo que postulo como premisa es que cuando el fotografiado mira a la cámara luce menos seductor que cuando mira hacia uno de sus costados, como si estuviera mirando a otra persona distinta de nosotros.

Ahora imaginemos que el acto de mirar esa imagen equivale a estar con esa persona.

Para ser más claro, les pediré que utilicen como ejemplo la imagen de Penélope Cruz incluida en este artículo.

Esa imagen es atractiva porque en nuestra fantasía estamos sintiendo celos, porque nos preguntamos: «¿A quién está mirando con tanto interés?, ¿por qué ella no me mira solo a mí?»

Remitámonos a nuestra primera infancia, cuando la mirada de mamá era un indicador confiable sobre si contábamos con su imprescindible colaboración o esta ayuda estaba en duda porque mamá miraba a otros hermanos, o, peor aún, miraba a nuestro padre, quien notoriamente ejercía sobre ella un envidiable poder de atracción.

Al mirar esta imagen de Penélope Cruz mirando hacia su derecha o hacia su izquierda, varones y mujeres sentimos celos y estos celos hacen que ella nos atraiga más, nos magnetice, nos seduzca.

Claro que nuestro modelo debe mirarnos de vez en cuando. Algunas tomas deben «mirar al fotógrafo». Si nunca lo hiciera nuestra fantasía caería en el desánimo y lo abandonaríamos.

En una serie de imágenes, cuando «nos mira» aumenta nuestra tranquilidad y cuando no nos mira aumenta nuestra angustia y nos sentimos atraídos, seducidos, ansiosos de que vuelva a tranquilizarnos mirándonos.

(Este es el Artículo Nº 2.003)

Los ricos necesitan ser envidiados



 
Los ricos y los clase-medias combatimos la pobreza para que esa mayoría deje de contrariarnos y de señalar nuestro error.

Intentaré describir lo que parece ser una realidad mundial, caracterizada por la existencia de tres clases socio-económicas: ricos, clase media y pobres.

Con diferente énfasis, los ricos y los clase-medias pensamos que para vivir hacen falta muchos objetos, muchos servicios y asegurarnos esas mismas posesiones para un futuro bastante lejano, cuando ya no tengamos energía para producirlas.

Por el contrario, pobres son quienes piensan que para vivir no hacen falta tantos objetos ni servicios y que el futuro termina esta noche, cuando vayan a dormir.

Los ricos y los clase-medias tenemos una actitud exhibicionista que atrae a todos. Nos las ingeniamos para mostrarnos de forma deseable, apetecible, ad-mirable y, por este motivo, los pobres disfrutan mirando nuestras espectaculares grandes realizaciones (televisión, edificios, vehículos).

Los pobres se entretienen mirándonos pero, cuando vemos que ellos se interesan en nuestras exhibiciones, estilos de vida, actitudes, aprovechamos para tratar de convencerlos de que tenemos que ser envidiados por ellos.

Nuestros espectáculos artísticos luminosos, sonoros, pomposos, incluyen sugerencias de que debemos ser envidiados, publicitamos nuestro estilo de vida y los pobres, que son tan humanos como los ricos y los clase-medias, quedan seducidos y nos envidian, intentan imitarnos, de modo similar a como los ricos y los clase-medias compramos tal o cual dentífrico y religiosamente nos cepillamos los dientes como si la naturaleza no fuera capaz de cuidar la dentadura de la que depende la alimentación, la conservación del individuo y por lo tanto, de la especie.

Para completar el fenómeno, los ricos y los clase-medias combatimos la pobreza, no para beneficiarlos a ellos sino para que esa mayoría que desaprueba nuestro estilo de vida evitándolo, deje de contrariarnos y de señalar nuestro error.

(Este es el Artículo Nº 1.971)

Ensayar la actuación hasta que no parezca actuación




Quizá estudiar, ensayar, investigar, observar, imitar, actuar, representar, son acciones idóneas para ganar dinero, especialmente cuando logramos hacerlo con naturalidad.

La actuación teatral llega a su máximo desarrollo cuando el actor hace su papel una y mil veces pero siempre parece que lo hiciera por primera vez, con total espontaneidad.

Muchas veces, porque envidiamos el talento actoral, decimos con desprecio que Fulano sólo representa bien los roles que se ajustan a su natural forma de ser.

En el ambiente se dice que hace falta ensayar la actuación tantas veces como para que el resultado final no parezca una actuación.

La consagración de un actor llega cuando no parece que estuviera actuando: ¡qué paradoja!

Estas ideas nos llevan a un tema más amplio y trascendente: la adaptación al medio.

A veces se dice que «Fulana se desempeña como pez en el agua». No sería de extrañar que las peceras y los acuarios, utilizados como adornos, también prestan su utilidad dándole una sensación de paz, de armonía y perfección a quienes los miran.

Aunque lo hago en forma indirecta, en realidad estoy hablando de cómo ganarnos el sustento necesario para vivir dignamente.

La palabra «bisoño» deriva del italiano y, aunque bisogno significa «necesito», en nuestro idioma «bisoño» significa principiante, inexperto en cualquier arte u oficio.

Según cuentan incorporamos esta palabra porque los inmigrantes italianos pertenecían, como no podía ser de otra forma, a las clases sociales más desposeídas, tanto de dinero como de habilidades suficientes para ganarlo. Por eso se los oía repetir esa palabra para pedir ayuda, colaboración, limosna: bisogno trabajar, bisogno comer, bisogno donde dormir.

Todos somos inmigrantes en nuestro propio país hasta que logramos entrar en sintonía con él.

Quizá estudiar, ensayar, investigar, observar, imitar, actuar, representar, son acciones idóneas para ganar dinero, especialmente cuando logramos hacerlo con total naturalidad.

(Este es el Artículo Nº 1.970)

viernes, 2 de agosto de 2013

La abundancia atractiva o irritante







Cuando podemos beneficiarnos,  queremos la abundancia exagerada (para aprender o para curarnos), pero cuando sentimos envidia, rechazados la abundancia exagerada.

Algunos dicen que, para que un buen profesor enseñe un gramo tiene que saber un kilo, es decir, mil veces más.

¿Será cierto? No sé, depende:

— de la filosofía educativa;
— de las promesas publicitarias del centro de enseñanza donde ejerza ese buen profesor;
— de las expectativas de los alumnos y de las exigencias de quienes pagan la enseñanza de esos alumnos.

Claro que alguien puede preguntarse: ¿No será más importante que un buen profesor sepa enseñar lo poco o mucho que sabe?

No faltará el gracioso de nacimiento que diga: «Es preferible rico y sano que pobre y enfermo. », o, ajustándose mejor al caso: «Es preferible alguien que sepa mucho y enseñe bien a otro que sepa poco y enseñe mal».

Todo sería relativamente fácil si nos ciñéramos estrictamente a las ventajas o desventajas de un cierto instituto de enseñanza, pero ocurre que nuestras mentes no son tan estrictas y, cuando queremos acordar, está sacando conclusiones paralelas que sí tienen más trascendencia.

Por ejemplo, quienes pueden, —aunque no todos quienes quieren—, procuran consultar sus malestares a los médicos más encumbrados, aquellos que han escrito libros, que dirigen una cátedra, conferencistas que cobran fortunas por sesenta minutos de disertación ante colegas boquiabiertas por el asombro de tanta sabiduría.

Quizá cuando nos está faltando un gramo de salud busquemos a quien pueda brindarnos un kilo de medicina.

Sin embargo existe otro caso que es más polémico. Si sabemos que alguien gasta mil veces más que nosotros para vivir, ahí empezamos a sentirnos mal con tanta abundancia.

El tema parece explicarse pensando que cuando podemos beneficiarnos, (aprendiendo o curándonos), queremos la abundancia exagerada, pero cuando sentimos envidia, rechazados la abundancia exagerada.

(Este es el Artículo Nº 1.951)