domingo, 30 de diciembre de 2012

Formación en capitalismo



   
Los niños pueden recibir cierta formación en los criterios capitalistas que encontrarán cuando tengan que ingresar al mercado laboral.

Para que un niño pueda desarrollarse desplegando los talentos mejor adaptados al sistema capitalista, tiene que recibir regalos indirectos.

El adulto que compra un juego deberá esconderlo donde el niño pueda encontrarlo.

Cuando la curiosidad natural le permita encontrarlo, deberá ser suavemente amonestado para estimular su espíritu transgresor y para que en la adultez sea muy activo descubriendo nuevos mercados a pesar de la oposición que sentirá de los competidores.

Cuando demuestra interés por el juego, es bueno quitárselo y esconderlo... en algún lugar donde él pueda encontrarlo en las ocasiones que deliberadamente le daremos para que lo disfrute «bajo su cuenta y riesgo», «atreviéndose», tratando de desarrollar su ingenio más que su inteligencia, y que adquiera la noción de evadir costos improductivos, especialmente los impuestos de todo tipo.

Si logra divertirse con ese juego, aprenderá a ganarse lo que le interesa, sabrá cómo vencer sus propios miedos a los castigos o a las pérdidas, desarrollará su discreción pues tendrá que divertirse sin llamar la atención pues cuando sea mayor le convendrá no despertar envidia que obstaculice su enriquecimiento.

No es lo mismo disfrutar algo ganado con esfuerzo, inteligencia, sagacidad, astucia, viveza, rápida velocidad de respuesta, a recibirlo gratuitamente, de alguien que pretende la gratitud y el amor!!

Cuando un niño juega con lo que le regalan, de alguna manera se divierte a crédito porque los regalos inspiran algún tipo de devolución.

No es que esté mal endeudarse. Lo que está mal es que otros nos endeuden cuando ellos quieren y por el monto que ellos deciden.

El intercambio de regalos tiene efectos secundarios invisibles para quien queda fascinado por el imaginario y transitorio placer de la gratuidad.

(Este es el Artículo Nº 1.757)

Proteger a los débiles sin molestar a los fuertes

   
Casi todos los pueblos aplican políticas con las que se protegen a los más débiles sin molestar demasiado a los más poderosos.

Creo pertenecer al grupo de los capitalistas y consumistas moderados.

Me parece que el capitalismo es el mejor sistema para organizar individuos profundamente egoístas, mentirosos e idealistas, que se vuelven solidarios, un poco sinceros y algo pragmáticos solo cuando los amenaza alguna expectativa de extinción de la especie, etnia o colectivo.

Por el contrario, tengo la sensación de que el otro sistema, el socialista, es favorable para que los egoístas, mentirosos e idealistas se radicalicen en sus falsedades hasta que el dinero de los capitalistas a quienes esquilman, se agote.

En definitiva, aunque cada vez que hablamos de capitalismo y de su tradicional oponente el socialismo, pensamos en términos económicos, en última instancia se trata de un tema de libertad.

Es posible pensar que en realidad no existen pobres y ricos sino más bien esclavos y libres.

Efectivamente, en el capitalismo los pobres no tienen libertad de elegir porque no pueden vivir como ricos dada su escasez de recursos y no pueden pasar a ser indigentes porque esto implicaría dejar de satisfacer las necesidades básicas (comer, por ejemplo).

En el capitalismo todos los que no son pobres tienen libertad de elegir: pueden vivir en la abundancia o pueden vivir en la austeridad, porque teniendo los recursos suficientes cada uno los administra como mejor le convenga.

Por el contrario, en el socialismo estas diferencias están resueltas de la peor manera: que nadie tenga libertad de elegir y así no habrá envidias, resentimientos ni injusticia distributiva.

Como podemos observar, ninguno de los dos sistemas funciona bien por sí solo.

Casi todos los pueblos aplican políticas con las que se protegen a los más débiles sin molestar demasiado a los más poderosos.

(Este es el Artículo Nº 1.753)