Los niños pueden recibir
cierta formación en los criterios capitalistas que encontrarán cuando tengan
que ingresar al mercado laboral.
Para que un niño pueda desarrollarse desplegando los talentos mejor
adaptados al sistema capitalista, tiene que recibir regalos indirectos.
El adulto que compra un juego deberá esconderlo donde el niño pueda
encontrarlo.
Cuando la curiosidad natural le permita encontrarlo, deberá ser
suavemente amonestado para estimular su espíritu transgresor y para que en la
adultez sea muy activo descubriendo nuevos mercados a pesar de la oposición que
sentirá de los competidores.
Cuando demuestra interés por el juego, es bueno quitárselo y
esconderlo... en algún lugar donde él pueda encontrarlo en las ocasiones que
deliberadamente le daremos para que lo disfrute «bajo su cuenta y riesgo»,
«atreviéndose», tratando de desarrollar su ingenio más que su inteligencia, y
que adquiera la noción de evadir costos improductivos, especialmente los
impuestos de todo tipo.
Si logra divertirse con ese juego, aprenderá a ganarse lo que le
interesa, sabrá cómo vencer sus propios miedos a los castigos o a las pérdidas,
desarrollará su discreción pues tendrá que divertirse sin llamar la atención
pues cuando sea mayor le convendrá no despertar envidia que obstaculice su
enriquecimiento.
No es lo mismo disfrutar algo ganado con esfuerzo, inteligencia,
sagacidad, astucia, viveza, rápida velocidad de respuesta, a recibirlo
gratuitamente, de alguien que pretende la gratitud y el amor!!
Cuando un niño juega con lo que le regalan, de alguna manera se divierte
a crédito porque los regalos inspiran algún tipo de devolución.
No es que esté mal endeudarse. Lo que está mal es que otros nos endeuden
cuando ellos quieren y por el monto que ellos deciden.
El intercambio de regalos tiene efectos secundarios invisibles para
quien queda fascinado por el imaginario y transitorio placer de la gratuidad.
(Este es el Artículo Nº 1.757)
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