domingo, 30 de diciembre de 2012

Proteger a los débiles sin molestar a los fuertes

   
Casi todos los pueblos aplican políticas con las que se protegen a los más débiles sin molestar demasiado a los más poderosos.

Creo pertenecer al grupo de los capitalistas y consumistas moderados.

Me parece que el capitalismo es el mejor sistema para organizar individuos profundamente egoístas, mentirosos e idealistas, que se vuelven solidarios, un poco sinceros y algo pragmáticos solo cuando los amenaza alguna expectativa de extinción de la especie, etnia o colectivo.

Por el contrario, tengo la sensación de que el otro sistema, el socialista, es favorable para que los egoístas, mentirosos e idealistas se radicalicen en sus falsedades hasta que el dinero de los capitalistas a quienes esquilman, se agote.

En definitiva, aunque cada vez que hablamos de capitalismo y de su tradicional oponente el socialismo, pensamos en términos económicos, en última instancia se trata de un tema de libertad.

Es posible pensar que en realidad no existen pobres y ricos sino más bien esclavos y libres.

Efectivamente, en el capitalismo los pobres no tienen libertad de elegir porque no pueden vivir como ricos dada su escasez de recursos y no pueden pasar a ser indigentes porque esto implicaría dejar de satisfacer las necesidades básicas (comer, por ejemplo).

En el capitalismo todos los que no son pobres tienen libertad de elegir: pueden vivir en la abundancia o pueden vivir en la austeridad, porque teniendo los recursos suficientes cada uno los administra como mejor le convenga.

Por el contrario, en el socialismo estas diferencias están resueltas de la peor manera: que nadie tenga libertad de elegir y así no habrá envidias, resentimientos ni injusticia distributiva.

Como podemos observar, ninguno de los dos sistemas funciona bien por sí solo.

Casi todos los pueblos aplican políticas con las que se protegen a los más débiles sin molestar demasiado a los más poderosos.

(Este es el Artículo Nº 1.753)


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