En
la cultura judeo-cristiana también se ama por temor. Los creyentes en Dios aman
y envidian su terrible omnipotencia.
lunes, 2 de junio de 2014
Significante Nº 1.841
Video comentario: Envidia
Muchas grandes obras procuraron compensar la baja autoestima de sus autores.
La fuerza de los trabajadores explotados
Somos fuertes si somos útiles y somos débiles si
somos inútiles.
El narcisismo es la creencia
según la cual los demás nos aman con la misma ciega pasión con que nos amamos a
nosotros mismos.
Es una suposición muy dulce, tierna,
amorosa, placentera, equivocadísima. No es cierto que los demás nos amen tanto
como nosotros mismos nos amamos. Más aun: los demás, en el mejor de los casos,
son indiferentes; en el peor de los casos nos odian, nos envidian, nos celan,
desearían destruirnos.
Así de confusas son nuestras
relaciones con los demás: con nuestros padres, hermanos, tíos, primos, cónyuge,
compañeros de trabajo, jefes, gobernantes, vecinos, conocidos, desconocidos.
Para ganarnos el pan tenemos
que dar algo a cambio. Es decir, excepto mamá y papá, que están instintivamente
obligados a cuidarnos, todos los demás no están preocupados por si estamos
bien, regular o mal.
Por lo tanto, nos ganamos el
pan porque le damos a nuestro empleador algo que para él es útil.
A veces el discurso socialista
o comunista es lo suficientemente ambivalente como para dejarnos creer que los
capitalistas o el estado tienen que preocuparse por nuestro bienestar. Eso es
falso: solo estamos protegidos por nosotros mismos y los demás nos ayudarán en
la medida que nuestra existencia les resulte rentable, beneficiosa, divertida,
digna de ser cuidada para que ellos (quienes nos ayuden), no se pierdan las
ventajas de que sigamos existiendo.
Como vemos: nosotros nos
amamos (narcisismo) porque estamos interesados en seguir viviendo (instinto de
conservación) y alguien más puede amarnos en la medida que también tenga algún
interés, beneficio, conveniencia.
Los trabajadores tienen fuerza
siempre y cuando sean útiles para los empleadores. Si los trabajadores no
fueran ventajosos para los empleadores no tendrían la potestad de presionarlos
amenazándolos con dejar de trabajar (huelga).
En suma: cuantos mayores sean las ganancias
que recibe nuestro empleador de nuestra producción, mayor será la fuerza que
ejerceremos sobre él, amenazándolo con dejar de producir si no mejora las
condiciones laborales.
Somos fuertes si somos útiles
y somos débiles si somos inútiles.
(Este es el Artículo Nº 2.201)
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A mí no me va a pasar
En este artículo comento algunas hipótesis de por
qué usted, yo y el resto de la gente, disfrutamos con el mal ajeno.
La
inagotable desigualdad es una fuente inagotable de noticias.
La
desigualdad provoca atracción por varios motivos:
1)
Porque nos excita la envidia, en tanto algunos están mejor que nosotros;
2)
Porque nos alegra saber que otros están peor, por aquello de «Mal de muchos
consuelo de tontos» y además, porque nos alegra saber que provocamos envidia;
3)
Porque nos alegra saber que otros están peor, por aquello de «Ver las barbas
del vecino arder y poner las propias en remojo», es decir, con la desgracia
ajena podemos tomar precauciones;
4)
Porque por medio de la identificación sentimos que el otro es «igual» a
nosotros, pero resulta que el dolor que nos produce la desgracia ajena nos
parece perfectamente tolerable. Entonces, la desgracia ajena nos provee una
experiencia de insensibilidad, de fortaleza, de estoicismo.
Esta actitud está presente
desde la más tierna infancia. Los niños disfrutan observando cómo otros lloran
porque son castigados y, hasta donde pueden, colaboran denunciando a los
amiguitos para disfrutar con el espectáculo de los rezongos y golpizas a
hermanos o amiguitos.
En suma: usted, yo y el resto de la gente,
disfrutamos con el mal ajeno, siempre y cuando no resultemos perjudicados. Si
no conocemos estas particularidades humanas quedamos expuestos a participar en
vínculos equivocados y a comunicarnos con sobreentendidos falsos.
Creo que es útil saber lo
lindo y lo feo, de nosotros mismos y de los demás. Aunque los tragos amargos
son desagradables para todo el mundo, peor es sufrir las pérdidas que generan
la ignorancia o la ingenuidad.
(Este es el Artículo Nº 2.198)
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