Este es un comentario sobre
algo que todos conocemos pero sobre el que no se encuentran explicaciones.
Eso que todos conocemos son
las fotografías en las que el modelo mira a la cámara o mira hacia un costado.
Lo que postulo como premisa es
que cuando el fotografiado mira a la cámara luce menos seductor que cuando mira
hacia uno de sus costados, como si estuviera mirando a otra persona distinta de
nosotros.
Ahora imaginemos que el acto
de mirar esa imagen equivale a estar con esa persona.
Para ser más claro, les pediré
que utilicen como ejemplo la imagen de Penélope Cruz incluida en este artículo.
Esa imagen es atractiva porque
en nuestra fantasía estamos sintiendo celos, porque nos preguntamos: «¿A quién está mirando con tanto interés?, ¿por qué ella no me mira solo
a mí?»
Remitámonos a nuestra primera
infancia, cuando la mirada de mamá era un indicador confiable sobre si
contábamos con su imprescindible colaboración o esta ayuda estaba en duda
porque mamá miraba a otros hermanos, o, peor aún, miraba a nuestro padre, quien
notoriamente ejercía sobre ella un envidiable poder de atracción.
Al mirar esta imagen de
Penélope Cruz mirando hacia su derecha o hacia su izquierda, varones y mujeres
sentimos celos y estos celos hacen que ella nos atraiga más, nos magnetice, nos
seduzca.
Claro que nuestro modelo debe
mirarnos de vez en cuando. Algunas tomas deben «mirar al fotógrafo». Si nunca lo
hiciera nuestra fantasía caería en el desánimo y lo abandonaríamos.
En una serie de imágenes, cuando «nos mira» aumenta nuestra tranquilidad
y cuando no nos mira aumenta nuestra angustia y nos sentimos atraídos,
seducidos, ansiosos de que vuelva a tranquilizarnos mirándonos.
(Este es el Artículo Nº 2.003)
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