domingo, 1 de septiembre de 2013

La seducción de los retratos




En una serie de retratos, cuando el modelo «nos mira», nos tranquiliza, pero cuando no nos mira, nos sentimos seducidos.

Este es un comentario sobre algo que todos conocemos pero sobre el que no se encuentran explicaciones.

Eso que todos conocemos son las fotografías en las que el modelo mira a la cámara o mira hacia un costado.

Lo que postulo como premisa es que cuando el fotografiado mira a la cámara luce menos seductor que cuando mira hacia uno de sus costados, como si estuviera mirando a otra persona distinta de nosotros.

Ahora imaginemos que el acto de mirar esa imagen equivale a estar con esa persona.

Para ser más claro, les pediré que utilicen como ejemplo la imagen de Penélope Cruz incluida en este artículo.

Esa imagen es atractiva porque en nuestra fantasía estamos sintiendo celos, porque nos preguntamos: «¿A quién está mirando con tanto interés?, ¿por qué ella no me mira solo a mí?»

Remitámonos a nuestra primera infancia, cuando la mirada de mamá era un indicador confiable sobre si contábamos con su imprescindible colaboración o esta ayuda estaba en duda porque mamá miraba a otros hermanos, o, peor aún, miraba a nuestro padre, quien notoriamente ejercía sobre ella un envidiable poder de atracción.

Al mirar esta imagen de Penélope Cruz mirando hacia su derecha o hacia su izquierda, varones y mujeres sentimos celos y estos celos hacen que ella nos atraiga más, nos magnetice, nos seduzca.

Claro que nuestro modelo debe mirarnos de vez en cuando. Algunas tomas deben «mirar al fotógrafo». Si nunca lo hiciera nuestra fantasía caería en el desánimo y lo abandonaríamos.

En una serie de imágenes, cuando «nos mira» aumenta nuestra tranquilidad y cuando no nos mira aumenta nuestra angustia y nos sentimos atraídos, seducidos, ansiosos de que vuelva a tranquilizarnos mirándonos.

(Este es el Artículo Nº 2.003)

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