Algunos dicen que, para que un
buen profesor enseñe un gramo tiene
que saber un kilo, es decir, mil
veces más.
¿Será cierto? No sé, depende:
— de la filosofía educativa;
— de las promesas publicitarias del centro de enseñanza
donde ejerza ese buen profesor;
— de las expectativas de los alumnos y de las exigencias de
quienes pagan la enseñanza de esos alumnos.
Claro que alguien puede
preguntarse: ¿No será más importante que un buen
profesor sepa enseñar lo poco o mucho que sabe?
No faltará el gracioso de
nacimiento que diga: «Es preferible rico y
sano que pobre y enfermo. », o, ajustándose mejor al caso: «Es
preferible alguien que sepa mucho y enseñe bien a otro que sepa poco y enseñe
mal».
Todo sería relativamente fácil si nos ciñéramos estrictamente a las
ventajas o desventajas de un cierto instituto de enseñanza, pero ocurre que
nuestras mentes no son tan estrictas y, cuando queremos acordar, está sacando
conclusiones paralelas que sí tienen más trascendencia.
Por ejemplo, quienes pueden, —aunque no todos quienes quieren—, procuran
consultar sus malestares a los médicos más encumbrados, aquellos que han
escrito libros, que dirigen una cátedra, conferencistas que cobran fortunas por
sesenta minutos de disertación ante colegas boquiabiertas por el asombro de
tanta sabiduría.
Quizá cuando nos está faltando un
gramo de salud busquemos a quien pueda brindarnos
un kilo de medicina.
Sin embargo existe otro caso que es más polémico. Si sabemos que alguien
gasta mil veces más que nosotros para vivir, ahí empezamos a sentirnos mal con
tanta abundancia.
El tema parece explicarse pensando que cuando podemos beneficiarnos,
(aprendiendo o curándonos), queremos la abundancia exagerada, pero cuando
sentimos envidia, rechazados la abundancia exagerada.
(Este es el Artículo Nº 1.951)
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