viernes, 2 de agosto de 2013

Por la envidia tenemos cultura



La «envidia» siempre es buena porque significa emulación, imitación  y estos son los motores del aprendizaje: eje de la cultura.

Como quien pide perdón antes de cometer un desatino, alguien inventó los conceptos «envidia buena» o «envidia sana».

De este hecho social, porque quien lo haya inventado logró una creación que ganó popularidad, se desprende que la «envidia» a secas, es mala o enferma.

Porque es mágico, mi adorado libro de cabecera también me sirve en esta ocasión.

Efectivamente, el Diccionario (1) dice que «envidia» es:

Tristeza o pesar del bien ajeno.
Emulación, deseo de algo que no se posee.

Como este libro mágico es mío, yo no soy de él, por eso me permito leerlo con una actitud crítica y decir, por ejemplo, que «envidia» no es solamente la tristeza por el bien ajeno sino, quizá también, el deseo de sentirme tan bien como el otro.

Claro que en este caso no solo anhelo intensamente acceder al bienestar del otro sino que además supongo, en el acierto o en el error, que está tan feliz porque dispone de ese objeto que aparentemente es causa de su alegría.

Por lo tanto para envidiar tengo que suponer cuál es la causa de una alegría que también yo desearía tener.

Para que alguien haga esa interpretación debe creer que con solo poseer algo es posible modificar y mantener un cierto estado de ánimo positivo. De ser así, envidiar no sería algo malo sino simplemente erróneo pues es imposible que con solo tener algo en particular sea viable mejorar y mantener elevado bienestar. El error estaría en suponer que acceder a esa situación es algo excesivamente simple, monocausal, fácil de entender.

Pero como vemos en la segunda definición, «envidia» también es emulación y esta es el motor del aprendizaje: eje de la cultura.

 
(Este es el Artículo Nº 1.950)

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