sábado, 3 de noviembre de 2012

La reciprocidad imprescindible



   
La reciprocidad, («te daré si me das»), es imprescindible porque sin ayuda mutua la convivencia es imposible.

La historia es antigua, de autor anónimo y posee una cierta trama que cambia de contexto según la ocasión.

En síntesis, la historia cuenta que un grupo de personas dispone de una olla llena de sabrosa y aromática comida, tienen mucha hambre, pero solo disponen de unas cucharas cuyo mango es más largo que el brazo de cualquiera de los comensales.

Aunque podrían saciar su apetito, no pueden hacerlo porque las cucharas disponibles impiden acercar el alimento a los labios de quien quisiera usarlas.

En una de las versiones se cuenta que los comensales lucen muy delgados y abatidos porque están en el infierno, mientras que otros comensales lucen felices y bien alimentados porque están en el cielo.

La diferencia entre el infierno y el cielo está en que estos últimos usan las cucharas para darle de comer a los otros, mientras que a los primeros, (condenados), no se les ocurre alimentar a los demás, comportándose como «el perro del hortelano», otra historia, también antigua y anónima, que refiere a que los perros son vegetarianos.

Según parece la expresión, popularizada por una exitosa comedia de enredos escrita por Félix Lope de Vega (España, 1562-1635), alude a un perro guardián de un huerto que impide el acceso hasta del propio amo.

Por ejemplo, cuando un niño no presta sus juguetes con los que tampoco él juega, se dice que está como «el perro del hortelano».

El egoísmo de la envidia es el sentimiento que anima a estos personajes que no ayudan a los demás aunque podrían hacerlo.

En suma: Dadas nuestras características psicológicas, la reciprocidad en los vínculos, («te daré si me das»), es imprescindible porque sin ayuda mutua la convivencia es imposible.

(Este es el Artículo Nº 1.698)

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