sábado, 3 de noviembre de 2012

Rentabilizar el egoísmo y la envidia



   
Criticar la condición humana es tan inútil como criticar los fenómenos naturales adversos (lluvia, frío, viento).

En otro artículo (1) utilicé dos narraciones clásicas, de esas que pretenden dejarnos alguna enseñanza, algún consejo y hasta instalarnos algún tipo de adoctrinamiento sobre cómo deberíamos ser: la historia de las cucharas de mango largo y la historia del perro del hortelano.

La conclusión final del mencionado artículo, dice textualmente: « El egoísmo de la envidia es el sentimiento que anima a estos personajes que no ayudan a los demás aunque podrían hacerlo».

También en otro artículo (2) les decía textualmente: «... no son los objetos ni las situaciones las que se envidian sino el bienestar que parece tener quien goza de esos objetos o situaciones».

En general las enseñanzas que refieren al egoísmo y a la envidia parecen tener por objetivo demonizar estos dos sentimientos, insistiendo sobre la conveniencia de no envidiar y no ser egoístas.

Dichas enseñanzas tienen el mismo objetivo que tendría una propaganda oficial destinada a estimular a los ciudadanos para que paguen puntualmente todos los impuestos.

Esta propaganda contendría frases tales como: «no sean egoístas, paguen todos los impuestos»; «abandonen esa resistencia a colaborar con el Estado»; «la mezquindad de los ciudadanos es la única causa de la ineficiencia de los gobernantes».

Por el contrario, la propaganda que necesitamos es aquella que nos ayude (enseñe) a convivir con el natural egoísmo de nuestros vecinos y de nuestros gobernantes.

En otras palabras, más que darnos consejos para que abandonemos el egoísmo y la envidia, rasgos infaltables en nuestra especie, necesitamos saber cómo responder a los efectos indeseables que esas características podrían causarnos.

Criticar la condición humana es tan inútil como criticar los fenómenos naturales adversos (lluvia, frío, viento).

Conclusión: ¡rentabilicemos el egoísmo y la envidia!

 


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