viernes, 1 de octubre de 2010

Gente que ladra, no muerde

Me animaría a decir que casi la totalidad de los valiosos beneficios que podemos recibir de un tratamiento psicoanalítico, se sintetizan en:

1º) «Conócete a tí mismo»; y

2º) «Perro que ladra no muerde».

Sobre la recomendación milenaria («Conócete a ti mismo»), he compartido con ustedes algunos comentarios en un par de artículos ya publicados (1).

Saber conducir un vehículo es esencial para sacar los mejores resultados en el tránsito, para pasear o para ganar dinero.

Hasta los lectores más apasionados, coinciden en afirmar que no existe nada más aburrido que leer los manuales instructivos de los diversos aparatos que facilitan nuestra vida.

Son tan insoportables, que la mayoría no los lee y se pierden algunas prestaciones por las que pagaron al comprarlo.

El psicoanálisis es un manual instructivo nada menos que sobre nosotros mismos.

No conocernos por no leer nuestro manual (psicoanalizarnos), implica desconocer y no desarrollar valiosas habilidades, tales como: creatividad, memoria, humor, capacidad artística, audacia, ambición, razonamiento, etc., etc.

No es menor la ayuda que nos provee el psicoanálisis para que se cumpla en nosotros el refrán que dice «perro que ladra, no muerde».

Nuestras emociones básicas (amor, odio, deseo sexual, furia, venganza, envidia y otras), necesitan satisfacerse o padeceremos el intenso malestar que provoca la frustración.

Es angustiante no poder vengarnos de quien nos perjudicó, es frustrante no poder unirnos para siempre con esa persona que cada vez ocupa mayor espacio en nuestros pensamientos, hasta podemos conseguirnos alguna enfermedad psicosomática.

El psicoanálisis nos permite procesar todas esas frustraciones de tal forma que, sólo actuaremos cuando sepamos cómo, cuándo y dónde hacerlo, mientras que las demás acciones, quedarán eficazmente sustituidas por su expresión verbal (desahogarse, simbolizar, catarsis).

Hablar y ser escuchados, nos permite procesar (elaborar) los duelos, salvándonos de actuar impulsivamente.

(1) Si es inteligente, se cree tonto
Mariposas en el estómago

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