En Uruguay circula una noticia (2010) que tiene todas las características de una leyenda urbana: un modesto obrero de la construcción, ganó dos millones de dólares en un sorteo, pero prefiere mantenerse en el anonimato.
Como le comentaba en otro artículo (1), esta noticia es verosímil y deseable.
Sin embargo, es probable que la noticia sea falsa.
Quizá la verdad sea
— que los organizadores del sorteo se quedaron con la fortuna;
— que lo haya ganado una sola persona muy rica;
— que lo tenga un extranjero;
— o un empresario que se lleva mal con sus trabajadores;
— un proxeneta;
— alguien muy endeudado pero que no piensa pagarle a nadie porque eso es lo que siempre quiso, tuviera o no dinero.
Lo llamativo es que las noticias que circulan, nunca son de esta índole.
En general, los grandes premios parecen responder a una justicia ideal, bondadosa, que gratifica milagrosamente los valores instalados en nuestra cultura.
Los grandes ganadores son gente buena, digna, discreta, trabajadora, que declara compartir los sueños que tenemos la mayoría, que seguirá trabajando como hasta ahora, que hará donaciones y regalos generosos.
Suelen confesar algún sentimiento según el cual, «ser millonario no es para tanto», aplacando así nuestra envidia.
Pienso que estas noticias no son tales sino que se trata de publicity.
Defino este vocablo como la práctica de crear y difundir información (noticias,) favorable a ciertos intereses empresariales, para que otros medios la amplifiquen gratuitamente.
Las empresas dedicadas a organizar sorteos, detentan el monopolio de saber quiénes son los ganadores (porque vendrán a cobrarlo).
El momento del pago es propicio para que los ganadores autoricen emitir cualquier rumor (información, noticia) que no los perjudique, aunque sí beneficie a quienes les están entregando el gran premio.
A partir de ahí, el engaño-publicitario lo hacemos funcionar los propios destinatarios.
(1) «Barack Obama tiene un pasado oscuro»
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