En la convivencia con otros niños, aprendemos que la torta hay que repartirla bien para que nadie salga perjudicado.
También aprendemos con otros niños, que en los juegos, si alguien gana, alguien pierde.
Otra dura lección tomada en la infancia la recibimos cuando nos damos cuenta que los compañeros más fuertes abusan de los más débiles.
Con estos grandes conceptos (que si alguien gana otro pierde y que no faltan quienes quieran perjudicarnos), llegamos a la vida adulta.
A nivel de economía de mayor tamaño (macro-economía), las cosas son algo diferentes.
En algún momento de nuestras vidas, nos enteramos que el PBI es la suma de la producción de bienes y servicios que se realizan en un país durante un cierto período de tiempo.
También averiguamos que cuando los políticos y medios de comunicación hablan de la torta, están usando una metáfora para referirse al PBI.
Como esto nos remite a lo aprendido en la infancia, suponemos que si alguien se lleva un pedazo más grande del PBI-torta, otro tendrá que conformarse con menos.
A mediano o largo plazo, el PBI siempre crece, y se padece una recesión durante los breves (aunque penosos) períodos en los que el PBI decrece.
El PBI (torta) siempre crece gracias a las ganancias por lo que vendemos a otros países, por las ganancias que genera el consumo entre nosotros (interno) y por las inversiones destinadas a generar mano de obra nacional.
Por otro lado, la convicción de que los poderosos siempre abusan de los débiles, se mantiene por muchas razones.
— Nos gusta pensar que los demás son malos y que nosotros somos buenos;
— Nos gusta creernos eternamente niños o jóvenes (por coquetería y romanticismo);
—Nos alivia descalificar a quienes consiguen y conservan más privilegios que nosotros.
Conclusión: Las nociones infantiles, en la adultez confunden.
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