martes, 20 de abril de 2010

La gata parió sin partera

Para que un contrato funcione debe ser suscrito en un país donde las leyes y su aplicación sean efectivas, esto es, en un «estado de derecho».

La prosperidad material parece surgir de los vínculos racionales y la pobreza material de los vínculos emocionales.

Los países más prósperos tienen una larga tradición de individualismo y los países más pobres tienen una larga tradición de comunitarismo.

Todos los seres vivos poseen un sistema de funcionamiento que los vuelve autosuficientes. El instinto es casi perfecto. Están programadas todas las acciones eficientes para conservar al individuo y a la especie.

Todos los seres vivos poseen un instinto casi perfecto, excepto los seres humanos.

Nosotros tenemos que pensar en todo, tenemos que estudiar muchos años, dependemos de que alguien nos ayude durante una, dos y hasta tres décadas.

Los vínculos racionales surgen del esfuerzo que hacemos por compensar la falta de un instinto casi perfecto.

Sin embargo, millones de personas confían más en el precario instinto del que estamos dotados.

Las interacciones emocionales fracasan precisamente porque dependen de una característica que en nuestra especie es la más ineficiente: el instinto.

En definitiva, es una cuestión de prioridades. Parece ser lo más sensato aplicar nuestro raciocinio para procurarnos los recursos materiales que permitan nuestra supervivencia.

Una vez resuelto el importante problema de evitar las molestas (y hasta peligrosas) carencias, entonces ahí sí podemos desplegar con la mayor intensidad y pasión hasta el más sutil de nuestros sentimientos.

Los humanos solemos menospreciar a los demás seres vivos pero en el fondo envidiamos su destreza para vivir bien y sin agredir el ecosistema.

Esta envidia puede ser un motivo por el cual tantas personas se vinculan sólo emocionalmente como si su instinto fuera tan eficiente como el del resto de los seres vivos.

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