El 10 de setiembre de este año publiqué un artículo titulado El sentimiento que falta, donde comentaba que la «envidia» no tiene la palabra opuesta (antónimo) como sí la tienen amor (odio), tristeza (alegría) o furia (serenidad).
Un amable lector me señaló ayer que el Diccionario de la Real Academia Española dice —en la definición del vocablo «caridad»—: 2. Virtud cristiana opuesta a la envidia y a la animadversión.
A veces parece un poco exagerada la pretensión que tenemos algunos por encontrar el significado más sentido (emocional, profundo, inconsciente) de las palabras que usamos cotidianamente.
Una posible justificación de este interés proviene de la idea de que el lenguaje (y por lo tanto el diccionario) es el código jerárquicamente más importante entre los humanos.
Las leyes del idioma son cumplidas hasta por los más rebeldes transgresores.
Pero retomando el tema original, la palabra «caridad» deriva del latín caritas que significa amor, cariño. En su origen, esta palabra quedó asociada a la idea «amor al prójimo como virtud cristiana».
Si bien es innegable que nuestro código más importante (el diccionario) dice expresamente que la caridad es el sentimiento opuesto a la envidia, sigo sin poder convencerme.
Al deseo de comernos al personaje admirado (envidiado) para in-corporar (meter dentro de nuestro cuerpo) las cualidades que desearíamos poseer, no lo encuentro en las antípodas del «amor al prójimo» que significa «caridad».
Por el contrario, la envida y el deseo de comernos al personaje envidiado son sentimientos amorosos, que fundamentan —eso sí— aquel refrán que dice «hay amores que matan».
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