El fútbol descomprime deseos sexuales prohibidos e inconscientes. Esto explica la pasión de multitudes.
El psicoanálisis opina —con fundamentos atendibles—, que los varoncitos desean copular con la madre y que las niñas desearían tener un hijo fecundado por su papá.
Estas aspiraciones casi nunca se satisfacen y por eso entramos a la vida adulta con la sensación de haber sido frustrados afectivamente.
Como he mencionado en otros artículos (1), esos deseos inhibidos no desaparecen sino que suelen alojarse en el inconsciente desde donde tratan de satisfacerse de alguna manera.
Una de esas formas de satisfacción se llama sublimación.
Nuestra psiquis se las ingenia para convertir aquel deseo incestuoso en algo sublime (noble, elevado, permitido), que cuando se realiza, calma la frustración del inconsciente.
El fútbol es una forma de sublimar aquellos deseos incestuosos, tratando de penetrar (gol) el arco (meta) del equipo contrario.
El marco formado por los tres palos simboliza la vulva de la madre de los contrarios, mientras que el hueco formado con la red trasera que cuelga del travesaño, simboliza su vagina.
Cada gol, simboliza la eyaculación dentro de la vagina.
El guardameta (golero), representa el esposo-padre, pero los otros diez jugadores, defienden a la madre-meta y al padre-golero, por orgullo y por envidia, ya que desearían ser ellos quienes penetren a la madre (gol en contra-incesto) y es por envidia que luchan para que no sea penetrada por los contrarios.
La hinchada, eufórica y erotizada por este espectáculo que sublima deseos incestuosos, grita a los perdedores
— «Hijos de puta», para significar que la madre colaboró en la penetración-gol;
— «Hijos nuestros», para significar que el padre biológico (golero), fue traicionado;
— «La concha [vagina] de tu madre», para significar genéricamente una cierta apropiación de la mujer que los contrarios (insultados) aman y desearían penetrar.
(1) El terrorismo de Facebook y Twitter
Micifuz, ¡ataque!
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