viernes, 25 de febrero de 2011

Equivocarse es humano, envidiar es inevitable

Nuestra calidad de vida depende de que los demás estén igual o peor que nosotros.

La pobreza patológica es un concepto inventado por mí, para denominar esos problemas económicos que no pueden ser superados por quien los padece, a pesar de intentarlo.

El concepto no tiene una definición concluyente (definitiva) porque está y estará en estudio durante muchos años.

En teoría, ningún tema de estudio puede darse por terminado ya que es arbitrario aislar un fenómeno de los demás a los que está asociado directa o indirectamente.

No soy el único dedicado a este tema, aunque sí el único que lo aborda desde un punto de vista psicoanalítico lacaniano.

La consigna de esta búsqueda asegura que «la pobreza es curable».

La pobreza material a la que me refiero, nos impacta tanto objetiva como subjetivamente.

Desde el punto de vista objetivo, nos genera privaciones a necesidades básicas (alimento, abrigo, alojamiento) y

Desde el punto de vista subjetivo nos provoca frustraciones a los deseos básicos (divertirnos, viajar, estudiar).

También podemos decir que algunas carencias comprometen nuestra supervivencia y otras comprometen nuestra calidad de vida.

En orden de importancia, requieren solución más urgente aquellas que ponen en riesgo nuestra supervivencia.

A pesar de existir este indiscutible orden de prioridades, nuestra mente reacciona con gran vehemencia cuando las necesidades básicas están habitualmente cubiertas y es excitada por la envidia.

Este sentimiento hace que aún cuando nuestra supervivencia está asegurada, tengamos una sensación de muerte inminente cuando constatamos que alguien de nuestro entorno incorpora a su vida alguna ventaja (compra un auto, asciende en el trabajo, ostenta algún gasto significativo).

Por lo tanto, la noción de pobreza patológica puede prescindir de los aspectos absolutos (tengo o no tengo para alimentarme), y puede estar fuertemente marcada por aspectos relativos (tengo más o menos que otros).

Artículo vinculado:

«¡Me alegra estar triste!»

●●●

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si errar es humano y la envidia es inevitable parece que sea algo propio, natural, al menos connatural y por consiguiente bueno; y eso no es así. La envidia debe evitarse aunque algunas veces no sepamos como; es un perro siempre flaco porque muerde y muerde pero no come, un trastorno del que debemos huir.

El que esté convencido de que algún día podremos erradicar la pobreza es que no conoce lo envidiosa que es la gente...