martes, 15 de junio de 2010

La búsqueda de lo maternal

El modelo que intentamos replicar inconscientemente los humanos de ambos sexos, es «la maternidad».

Lo que nos dio las primeras sensaciones gratificantes (alimento, abrigo, caricias), se ganó nuestra eterna devoción.

Conscientemente, dedicamos este amor a nuestra madre de carne y hueso, pero en el fondo, amamos «la maternidad», una idea abstracta que representa el conjunto de objetos y situaciones imprescindibles para seguir vivos y pasar bien.

Amamos a nuestro padre, pero por sus cualidades maternales: proveedor, protector, modelo.

Luego tratamos de ser maternales de diferente forma, según nuestro sexo biológico.

Las niñas tratarán de ser madres y de esa manera satisfarán el anhelo sin grandes rodeos.

Los niños tratarán de ser madres pero con todos los rodeos que hagan falta para compensar la carencia del aparato reproductor femenino.

Por eso, los varones somos más visibles, más famosos, más protagonistas, nos peleamos por figurar como los autores, los creadores, los vanguardistas, queremos ser imprescindibles, ganadores.

Las mujeres no compiten en esta lucha por el protagonismo universal porque teniendo uno o varios hijos, logran sin grandes complicaciones, eso que los varones tanto envidiamos.

El protagonismo de los varones es una consecuencia de amar y envidiar «lo maternal», asociado o no con «lo femenino».

En suma: «lo maternal» es una idea, una referencia, una sensación, un sentimiento que condensa lo más útil para retener la vida, es decir, «aquello que calma el hambre, el frío y la soledad».

No debemos confundir «lo maternal» con «lo femenino», «la mujer», «las madres».

«Lo maternal» es una idea, un modelo, lo que todos amamos y queremos replicar para asegurarnos de que inspiraremos en los demás el mismo sentimiento de apego que nos inspira «lo maternal».

Las mujeres lo consiguen simplemente fecundando y los varones lo intentamos (infructuosamente), con proezas, riesgo, fama, heroísmo, poder.

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