miércoles, 9 de junio de 2010

Revisar los cálculos

Hay varias formas de tener lo suficiente para vivir dignamente, pero hay muchas más para no tenerlo.

Es más accesible la pobreza que la riqueza. Es más fácil perder un patrimonio que generarlo y conservarlo.

Me animo a decir que estas son verdades ... hasta que se demuestre lo contrario.

Todos los seres humanos nos observamos, miramos, comparamos y hasta vigilamos.

En condiciones normales, intentamos conocer qué pueden otros para intentarlo.

La consigna es: «Si otros pueden, ¿por qué yo no?»

Y acá aparece un detalle que no deberíamos descuidar.

Un proverbio chino dice: “Un hombre rico teme la fama igual que el cerdo teme su propia grasa”.

Estoy de acuerdo con esta idea porque no es prudente publicar lo que tenemos que otros no tienen y es inteligente publicar lo que nos falta que otros tienen.

Nuevamente: esta fórmula me parece verdadera ... hasta que se demuestre lo contrario.

Por lo tanto: en la tarea de observar, mirar, comparar y vigilar, estamos recibiendo una información deliberadamente distorsionada por quien la emite.

Dicho de otra forma: si yo veo que alguien tiene mucho más dinero que la mayoría, tengo que pensar que eso no es cierto, que estoy percibiendo mal, que estoy recibiendo un dato falso, porque no es prudente publicar lo que alguien tiene más que otros.

En suma: quienes publican sus características sobresalientes, o mienten o están cometiendo un error que les hará perder lo que tienen de más.

Cuando recibimos esa información (que alguien es rico), es más sensato pensar que estamos ante alguien que quiere aparentar un poder que en realidad no posee.

Conclusión: no podemos dejar de observarnos y compararnos, pero tampoco podemos olvidarnos de hacer algunos ajustes lógicos en lo que percibimos.

●●●

viernes, 4 de junio de 2010

La pasión de Pedro

Pedro es habilidoso con las manos pero más habilidoso vendiendo. Cuando se enamoró de María, hicieron planes para vivir juntos. Entusiasmado, se puso a pensar cómo ganar dinero para concretar ese proyecto.

Conoció a Luis que se dedicaba a la fabricación manual de esponjas de alambre y se ofreció para venderlas.

En poco tiempo Luis no pudo fabricar todas las esponjas que Pedro vendía y éste recurrió a otro fabricante. Las cosas anduvieron tan bien que tuvo que seguir incorporando más fabricantes de esponjas.

Pedro y María se casaron, la fiesta fue muy sencilla, la luna de miel sólo duró un par de días porque él estaba muy interesado en volver al trabajo.

Nadie sabía que lo que Pedro compraba a $ 1.- lo vendía en $ 4.- Esta enorme diferencia le permitió comprar máquinas para que sus proveedores pudieran entregarle más esponjas por el mismo precio.

Desde que incorporó las máquinas, cada esponja pasó a costarle la mitad pero las seguía vendiendo a $ 4.- Las ganancias de Pedro crecían y crecían, mientras que los fabricantes seguían conformes ganando lo mismo.

Si alguien hubiera enterado a los fabricantes de cuán grandes eran las ganancias de Pedro, aquel estado de conformidad se habría transformado rápidamente en furia. Quizá esa furia los hubiera llevado a no venderle más esponjas a Pedro, aunque esto les significara quedarse sin ingresos.

El cerebro humano es tan deficiente que no es capaz de entenderse a sí mismo.

●●●

jueves, 3 de junio de 2010

Problemas de alcoba

Rafael tiene la costumbre de darme un beso en la comisura de los labios y con eso me despierto.

No con el beso, sino con el olor de su aliento. Similar al de cualquier otro hombre cuando recién se despierta.

Todos los días me hago las mismas preguntas: ¿Qué hago yo acá?, ¿qué hago conviviendo con él?

Así comenzaron todos los aburrimientos anteriores; inclusive con Javier, que tenía todo para ser el amor eterno.

Recuerdo que un día, al despertarme, sentí que su mano, apoyada en mi vientre, me aplastaba.

Me reí cuando la analista me dijo: — ¿Javier se está poniendo pesado?

Se lo comenté a Lorena: — ¡Fíjate, la ocurrencia de la mujer! ¡Confundió el peso de un brazo con lo tedioso que fuera él!

Querría que alguien me informe si es posible la convivencia y qué es eso de la soledad.

Rafael se encarga de hacer las compras para el desayuno, sin protestar, sin reparar en el clima.

Esa costumbre suya me ha convencido de que la primera comida del día, determina el resto de la jornada.

Quizá me esté aburriendo porque está todo demasiado bien.

No tenemos problemas con las familias, nos alcanza el dinero, nuestros gustos no son tan incompatibles como para que nos estemos importunando.

En estos ventidós meses de convivencia, sólo tuvimos una discusión que nos probó a fondo y que logramos superar —debo reconocerlo—, gracias a su ternura.

Quizá si no fuera tan inteligente, hábil, memorioso ...

La envidia siempre fue mi talón de Aquiles. Desde la infancia, sufría por las calificaciones, los regalos, los padres, los hermanos, la belleza, el timbre de voz, la forma de las manos, la elegancia al caminar, la suavidad de la piel...

Rafael es mucho más valioso que yo y eso corroe mi maltrecha autoestima.

Cuando no puedo penetrarlo, su comprensión me pone aún más impotente.

●●●

martes, 1 de junio de 2010

La cuidadosa preservación de objetos rotos

En dos artículos recientemente publicados (1) (2), les decía que nuestra psiquis actúa metafóricamente, esto es, repite el mismo esquema, aunque de formas parecidas.

En otro artículo (3) les comentaba la teoría de Melanie Klein, según la cual a veces nos deprimimos porque imaginamos que nuestros deseos destructivos provocaron algún daño real.

El comentario de una lectora (Ingrid), me sugirió lo siguiente:

Ella dice que en las actuales circunstancias, suele ser más conveniente comprar objetos nuevos en vez de reparar los viejos deteriorados.

Comparto su preocupación, teniendo en cuenta el funcionamiento metafórico que describo en los dos artículos que menciono en el primer párrafo.

La tristeza que a veces sentimos sin una causa que la justifique (una pérdida, por ejemplo), suele provenir de esa reacción que tenemos cuando nuestras aspiraciones destructivas nos preocupan, angustian, nos hacen sentir culpa y arrepentimiento de algo que sólo imaginamos, que nunca hicimos, y que quizá nunca llegamos a conocer conscientemente porque sólo ocurrió en nuestro inconsciente y lo más próximo que conocimos fue un sueño perturbador.

La reparación de un objeto deteriorado (lavarropas, radio, bicicleta), alivia nuestra tristeza, acorta los períodos de depresión, nos alegra.

Como generalmente no podemos tomar decisiones antieconómicas (es decir, no nos permitimos pagar por una reparación una cantidad de dinero similar a la que gastaríamos comprando un objeto nuevo), nos sometemos a la racionalidad pero tratamos de conservar el objeto antiguo en algún lugar donde no moleste.

En suma: como nuestro inconsciente puede imaginar que las mujeres se parecen a la madre tierra por su capacidad de gestar (2) o nos entretienen las tareas manuales, en tanto nos sentimos tan creativos como una mujer embarazada (1), reparar objetos deteriorados nos alegra porque sentimos que compensamos nuestros deseos destructivos.


(1) La creatividad y el miedo
(2) La mujer de Juan Pérez

(3) La depresión constructiva

●●●

lunes, 17 de mayo de 2010

(Maldita) Felicidad publicitaria

En un artículo titulado La naturaleza es hermosa pero antipática comento que para vivir hay que desarrollar una cierta fortaleza para poder resistir las agresiones propias de la naturaleza. El hambre, el cansancio, el dolor, son estímulos para que realicemos ciertas acciones necesarias para que el «fenómeno vida» siga ocurriendo.

Entre las personas también nos molestamos bastante y probablemente sea parte del régimen de «premios y castigos» usado por la naturaleza para hacernos mover.

La envidia es molesta, sobre todo para el envidioso (aunque el envidiado a veces también padece algunos inconvenientes).

Todos (absolutamente todos) tenemos una insatisfacción casi permanente. Son escasos los momentos en los que no sufrimos alguna carencia (hambre, sueño, aburrimiento, dolor, incertidumbre), sin embargo es normal que podamos observar a otras personas que parecen estar permanentemente felices.

La publicidad nos acosa mostrándonos personas sonrientes, hermosas, divertidas, radiantes, contentas. Aunque en menor grado, también nos rodean muchas personas que parecen no tener ninguno de esos inconvenientes que tanto nos molestan.

La envidia no es precisamente el deseo de poseer eso (objeto o situación) que el otro tiene sino que la envidia es el deseo de poseer el estado de ánimo que el otro parece poseer (supuestamente porque tiene ese objeto o situación).

La envidia entonces es un arma más de las diferentes manifestaciones agresivas que tiene la naturaleza para con nosotros, con lo cual hace que nos movamos porque el fenómeno vida depende de que actuemos casi permanentemente.

La naturaleza nos estimula con dolor y nos gratifica con alivio.

Nota: Este artículo tiene una temática similar a la del artículo titulado Odio tu felicidad pero desde otro punto de vista.

●●●

lunes, 10 de mayo de 2010

La envidia es progresista

En un artículo publicado con el título Dime con quién andas y sabré tu patrimonio les comentaba que los grupos humanos tienen un cierto nivel de ingresos y de gastos.

Ponía como ejemplo aclaratorio, que en algunos grupos sus integrantes ganan y gastan (promedialmente) 10, en otros, 100 y así con las cifras que ustedes imaginen.

Es una necesidad para los integrantes, respetar las normas de afiliación. En un grupo de nivel 100, alguien con nivel 1000, será considerado como un avaro, amarrete, tacaño, egoísta y, por lo tanto, tendrá con los demás una convivencia conflictiva.

También sugería en ese artículo, que la envidia es un sentimiento determinante en este fenómeno socio-económico. La rivalidad que caracteriza a ese afecto, contribuye a uniformizar las condiciones de vida entre los integrantes de un grupo.

En este blog que creé para tratar sólo los temas que incluyan esta característica humana, trato de exponer todas sus aristas y no solamente las negativas, aunque sé que son las más populares.

Precisamente, ésta es una paradoja que favorece la permanencia de la pobreza patológica.

La envidia es el deseo de tener lo que el otro tiene y se llama de la misma manera el deseo de que el otro deje de tener lo que a mí me falta.

Si dejamos de lado la prejuiciosa antipatía que nos inspira, la envidia es un sentimiento que busca la igualación progresista.

Es progresista porque nunca se envidia lo malo que otro tiene (una enfermedad, una pérdida, un dolor), sino lo bueno que otro tiene (la salud, el bienestar, la riqueza).

Como la naturaleza se vale de provocarnos molestias para estimular el fenómeno vida (1), no descartaría que los seres humanos rechacemos la envidia para preservar el conflicto que nos provoca la irregular distribución de la riqueza.

(1) La naturaleza es hermosa pero antipática
(Maldita)Felicidad publicitaria
Somos marionetas de la naturaleza
Loción infalible contra las molestias
La disconformidad universal
El budismo zen
Administración del desequilibrio
«¡Me alegra estar triste!»

Receta racional

●●●

viernes, 7 de mayo de 2010

Odio tu felicidad

Es «políticamente incorrecto» ser envidioso y vengativo. Me corrijo: Es «políticamente incorrecto» mostrarse envidioso y vengativo.

Lo censurable es que uno deje ver esa condición natural. No queda bien la desnudez y no queda bien mostrar estas cualidades, tan naturales como la vagina o el pene.

¿Qué hace la publicidad? Pues nos muestra gente envidiable y nos estimula para que (¿vengativamente?) nosotros también tengamos eso que envidiamos en los modelos mostrados por la publicidad.

“¡Mira qué feliz está esa mujer de cuerpo perfecto y que nos sonríe mientras tironea de una manija atada a un resorte!”, “¿Por qué esa desgraciada sigue tan bien peinada mientras fríe papas con el Aceite Primor (sin Aromaticina)?”; “... y ese flaco estúpido que se gana las miradas de todas sólo por emborracharse con Cerveza Orinol bien helada?”.

Odio, venganza, pasiones quemantes, envidias dantescas, tragedias de Shakespeare, ríos de sangre corren por nuestra mente agazapada detrás de una cara lánguida con la quijada ligeramente caída.

Después de que la envidia ha matado a más personas que las guerras —o al menos provocado arrugas irreversibles en rostros aún jóvenes—, llega el psicoanálisis para decir: No se envidia «eso» que el otro tiene y nosotros no. Lo que se envidia es la imagen de un semejante que está feliz porque (creemos que) logró no sentirse incompleto.

●●●