sábado, 1 de marzo de 2014

La mitad pobre alegra a la mitad menos pobre

La mitad de la población mundial disfruta enterándose de que la otra mitad está peor, que sufre, que es más pobre.

Cursa el mes de febrero de 2014 y, desde el mes pasado, la prensa destina un gran espacio de sus noticias a indicarnos que las 85 personas más ricas del mundo poseen el mismo patrimonio que posee la mitad más pobre de la población mundial.

El dato, desde mi punto de vista, directamente estimula la envidia, propia de la psiquis de cualquier ser humano y además alegra los corazones egoístas de la otra mitad de la población mundial.

El objetivo de este artículo es reflexionar sobre cómo manejan los medios de comunicación las desigualdades económicas que existen dentro de nuestra especie.

Aunque infaltablemente esas reiteradas informaciones abundan en alusiones a conceptos, tales como: «injusticia distributiva», «imperdonable avaricia», «pecaminoso egoísmo», «aberrante obscenidad», el fenómeno periodístico quizá tenga un motivo más profundo, además de condenar a la mencionada desigualdad económica.

En primer lugar, no creo que las empresas periodísticas estén interesadas en erradicar la desigualdad distributiva porque, si esto ocurriera, ellos tendrían menos para informar.

Si saliéramos del planeta por un momento y nos guiáramos por la mencionada información, podríamos decir que la mitad de la población mundial sufre y que la otra mitad mira cómo la primera sufre.

Desde la estratósfera, podríamos pensar que los únicos en condiciones económicas de comprar información son los integrantes de esa mitad de la humanidad que no es la más pobre. Por lo tanto, todo lo que se diga de los más pobres no llegará a ser conocido por los mismos, pues son tan pobres que no tienen dinero para informarse ni siquiera cuando se los menciona.

Es probable que la dimensión de las empresas informativas sea la adecuada para conservar su salud económico-financiera vendiéndole las noticias solo a la mitad de la población mundial. Estas empresas cuentan con que la otra mitad de la población no sea cliente.

Para que los clientes sigan comprando tienen que estar felices con las noticias. Las únicas noticias que compramos son las agradables, las que nos proveen algún tipo de placer. No compramos noticias que nos provoquen úlcera, insomnio, diarrea. Esto es así y debe ser aceptado como una verdad axiomática.

Si la mitad de la humanidad compra la noticia de que la otra mitad está pasando hambre es porque algún tipo de placer recibe con esa información. Por ejemplo, puede disfrutar pensando: «Yo no estoy tan mal como los otros»; «Tengo que cuidarme de no convertirme en pobre»; «Reafirmo que los gobernantes son todos unos inútiles porque no logran sacar de la pobreza a la mitad de la población»; «Si no integro el grupo de los 85 es porque me daría vergüenza ser tan rico»; «Quienes son más pobres que yo ‘algo habrán hecho’ para recibir ese castigo»; «¡Qué divertido es ver cómo se pelean los ricos y los pobres! Los de clase media somos los mejores».

En suma: Las noticias sobre la injusticia distributiva complacen a la mitad de la humanidad (tres mil quinientos millones de personas).
Bebito hace caca leyendo un diario.jpg

(Este es el Artículo Nº 2.121)


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