Quien aconseja incluyendo terribles consecuencias para el caso de desobediencia a lo aconsejado, actuará para que sus predicciones se cumplan.
Tenemos múltiples debilidades.
Una de ellas es la incertidumbre, la ansiedad que nos provoca el futuro
desconocido.
No es que quiera hacer
publicidad a favor de los demás animales pero ellos han logrado algo que para
nosotros es fatal: no se preocupan por la muerte.
¡Son geniales y envidiables!
Los humanos no tenemos más
remedio que engañarnos para poder convivir con la sensación de que somos la
especie más imperfecta y vulnerable. Si esto mismo le pasara a los perros o a
las iguanas, estoy seguro de que ellos se engañarían a sí mismos tanto como
nosotros.
Es por todo esto que los
humanos nos mentimos creyendo cosas insólitas. Por ejemplo, creemos que existen
fórmulas infalibles para no padecer algunos problemas clásicos de nuestra
biología.
Claro que, después de haber
aceptado la credibilidad de esos procedimientos, quedamos pendientes de que no
vayan a aparecer demasiadas excepciones que nos hagan dudar de su eficacia.
Por ejemplo, algunos dicen que
hay que tomar dos litros de agua por día, sin importar la temperatura, ni la
actividad física, ni el tipo de alimentos ingeridos, ni la humedad ambiente:
hay que tomarse esos dos litros de agua sea como sea.
Una vez que esta «certeza» nos
permite disminuir la mortificante incertidumbre, sobre si nos enfermaremos o
no, respecto a si se nos arrugará la piel o no, de si estaremos felices o no, solemos pasar a la Etapa II:
recomendar la fórmula a otros, sin ahorrar ninguna de las trágicas
consecuencias que provocaría la desobediencia.
Quienes escuchamos esa
recomendación y sus amenazas solemos no darnos cuenta de que el profeta hará
hasta lo imposible para que se nos cumplan sus horribles predicciones.
(Este es el Artículo Nº 1.845)
●●●
No hay comentarios:
Publicar un comentario