Los compradores y los vendedores son personas que están básicamente en desacuerdo, pero sin embargo no se golpean.
Un mercado es un lugar donde se
encuentran personas que opinan de manera diferente. Si no fuera porque están en
desacuerdo no podría ocurrir que uno vendiera y el otro comprara el mismo
objeto.
Como he mencionado en otros
artículos (1), el que vende «quiere abandonar la mercadería» mientras
que el comprador «quiere apoderarse de ella».
En términos exagerados y metafóricos podríamos decir que la mercadería
cambia de manos porque uno la odia (la vende) y el otro la ama (la compra).
¿Por qué si los participantes de un mercado son personas que están
básicamente en desacuerdo, no se golpean todos los días?
Mi respuesta es que no se golpean porque el egoísmo de cada uno de los
«enemigos» los mantiene a raya, disciplinados, autocontrolados.
En una discusión normal, el que quiere sacarse de encima la mercadería
que tiene (vendedor) debería demostrar que efectivamente no la quiere, esto es,
la entregaría gratis, pero la cobra porque observa que el comprador la quiere,
la desea, la ama. El precio que el vendedor le pide al comprador es
proporcional al deseo de este: si demuestra mucho interés aumenta el precio y
si ya están sobre la hora de cerrar el mercado y los supuestos compradores
merodean con aparente desinterés, el precio del egoísta vendedor baja hasta
niveles insólitos.
Tanto se sabe del ser humano que a esta altura la fijación de precios es
calculada por una computadora.
Las empresas de aviación, para no viajar con asientos vacíos, pueden
venderlos a la décima parte de lo que cuestan normalmente. Mientras vuelan, los
pasajeros que pagaron precios tan diferentes se miran con envidia o con desdén,
pero por el egoísta temor a caer no se golpean.
(Este es el Artículo Nº 1.841)
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