La convivencia de inmigrantes laboriosos con nativos
indolentes puede ser conflictiva por la diferente actitud frente a la vida de
quien conoce los desafíos y de quien no los conoce.
Sabemos que los territorios
pueden ser muy diferentes a pesar de estar relativamente próximos. Por ejemplo,
una tierra fértil puede estar al lado de una montaña 100% improductiva.
Imaginemos ahora que la zona
montañosa y que la zona de praderas, pertenecen a pueblos diferentes.
Casualmente, la línea fronteriza que los separa deja de un lado a la montaña
infértil y del otro lado tierras aptas para cualquier cultivo.
Es claro que uno y otro pueblo
tienen condiciones de vida muy diferentes. Podríamos adelantar que el pueblo
que vive en la montaña tendrá que ser más ingenioso, trabajador, disciplinado,
ahorrativo, solidario y tecnificado que el otro, el que vive donde la
subsistencia puede depender de salir a recolectar frutos cada vez que sientan
hambre.
Sin embargo, si esas personas
pertenecieran a un mismo país, si ambas áreas geográficas no estuvieran
separadas por una frontera, la situación sería diferente. Quizá la montaña
estaría deshabitada y todos se juntarían en las tierras fértiles para disfrutar
las bondades del terreno.
Ese conjunto de personas que se mudó desde la
montaña al valle, ya no tuvo que esforzarse tanto, ni ser ingenioso, ni
disciplinado, ni ahorrativo, ni solidario, ni tecnificado.
Existiría otro cambio importante: como todos
los seres humanos somos diferentes en muchas características, pero
fundamentalmente en nuestros sentimientos, deseos e intenciones, es seguro que
los habitantes del valle no tendrían todos el mismo patrimonio: los extranjeros
(ex-montañeses) tendrían más riqueza que los nativos, estos se sentirían
incómodos con los extranjeros-ricos y eso daría lugar a un conflicto social
entre pobres (nativos) y ricos (inmigrantes).
En la primera situación, cuando los habitantes
pertenecían a jurisdicciones diferentes, no teníamos un conflicto social
porque, en todo caso, ambos pueblos comerciarían, tendrían relaciones
diplomáticas, pero no surgirían conflictos por envidia. Probablemente, los
agricultores tendrían que importar muchos bienes de los montañeses más
tecnificados y esto, hasta cierto punto, equilibraría la calidad de vida de uno
y otro pueblo.
Como vemos, pertenecer a un mismo pueblo, el
integrar una misma familia, genera
conflictos, mientras que la separación aumenta las posibilidades de una mejor
convivencia dentro de cada pueblo, buenas relaciones comerciales entre ambos
colectivos, y una disminución de conflictos provocados por las desigualdades en
la distribución de la riqueza.
Según esta hipótesis, la zona fértil estaría
más expuesta a problemas sociales que la zona menos fértil. Los celos, la
envidia, más el tiempo y la energía disponibles que permiten un territorio en
el que no se presenten grandes desafíos, son factores que propician por sí
solos, malestares explosivos.
(Este es el Artículo Nº 2.148)
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