En 2013, un pequeño país (Uruguay), despenalizó el
aborto y el consumo responsable de la marihuana. Muchos están contrariados.
Quizá no nos moleste mucho que
grandes países provoquen grandes avances tecnológicos, sociales, económicos,
pero observamos con cierto recelo que pequeños países llamen la atención por
sus logros.
Alguien podría pensar que es
la envidia lo que nos induce a despreciar los logros que alcancen los pequeños
y hasta cierto punto podría ser cierto. Sin embargo podrían existir otros
motivos.
Por ejemplo, nos causa
malestar que cualquier hecho contradiga nuestras creencias. Si mañana se
llegara a la conclusión de que la homeopatía es mucho más efectiva que la
medicina tradicional, seguramente nos caería bastante mal la noticia porque
estamos convencidos de que la única técnica curativa verdaderamente confiable
es la medicina.
Si mañana se llegara a la
conclusión de que la filosofía es la única que ha tenido éxitos verdaderos en
la justicia distributiva de la riqueza, que nadie como los filósofos han sido
capaces de encontrar manera de eliminar la pobreza, seguramente nos caería
bastante mal la noticia porque estamos convencidos de que la única ciencia
capaz de resolver los problemas económicos es la Economía.
Habría más casos por el
estilo. En otras palabras: no aceptamos que los hechos contraríen nuestras
creencias más profundas, esas que constituyen verdaderos pilares del psiquismo.
No quiero ni pensar qué
ocurriría si en algún momento alguien aportara pruebas indiscutibles de que
Dios no existe. No solo el Vaticano debería cerrar sus puertas sino que los
creyentes se levantaría en armas enfurecidos contra quien hubiera aportados
dichas pruebas.
Lo mismo ocurriría con los
ateos si alguien aportara pruebas indiscutibles de que Dios sí existe.
En 2013, un pequeño país
llamado Uruguay, despenalizó el aborto y el consumo responsable de la
marihuana. Muchos se enojan contrariados.
(Este es el Artículo Nº 2.113)
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