
En casi todos los países, los asalariados reciben un aguinaldo, que —si ya no fue gastado anticipadamente—, estará destinado en gran parte a comprar objetos de variada índole, adornos, máquinas, alimentos especiales, regalos.
La pasión por adquirir es la misma que la pasión por tener dinero, por enriquecerse, por ahorrar.
Efectivamente, en tanto el dinero es una mercancía (sólo que puede canjearse por cualquier otra), el gusto por comprar y por ganar dinero, son similares, aunque parecerían opuestos porque toda compra implica un desembolso de dinero.
Se puede afirmar que a una mayoría le resulta más difícil hablar de dinero (ingresos, patrimonio, administración, expectativas, ambición, escrúpulos para ganarlo) que de su propia sexualidad.
Esta dificultad para poder hablar de dinero lo convierte en un tema misterioso, tabú, incontrolable.
Las necesidades y deseos en general, suelen tener un límite tangible.
El placer por pasear, divertirse, comer, beber y tener sexo están controlados por nuestro cuerpo que emite señales de saciedad muy ejecutivas, inhibitorias, coactivas.
Ante cualquier exceso, sentimos un desgano que nos obliga a interrumpir la acción.
Sin embargo, con la pasión adquisitiva (de dinero o de objetos), esto nunca ocurre.
El descontrol en los gastos nos provoca problemas de larga duración (escasez, endeudamiento, pérdidas), mientras que la ambición desmedida, parece no tener fin y quien la padece sufre una esclavitud que paradójicamente, otros no comprenden en tanto suele ser motivo de envidia.
En suma: esta falta de control orgánico sobre nuestras necesidades o deseos de adquirir dinero, podemos resolverla con una drástica actitud opuesta, es decir, con una fobia (al dinero) que provocará una pobreza patológica.
La ambición y consumismo descontrolados, generan ansiedad, pánico, miedo. La fobia al dinero, canjea tranquilidad por pobreza.
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